La noche de los lápices, sus 40 años…
Lápices que siguen escribiendo
El 16 de septiembre de 1976, diez estudiantes secundarios de la Escuela Normal N.º 3 de La Plata son secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Tenían entre 14 y 17 años.
El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida, en ese entonces, por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra "el accionar subversivo en las escuelas". Este hecho es recordado como La noche de los lápices.
La crueldad no tenía límites en aquella Argentina ocupada de 1976, y esto estaba lejos de ser un defecto para los usurpadores del poder y sus socios civiles. Era, para ellos, una de sus virtudes aquella decisión "inclaudicable" de reorganizarnos, de llevarnos por la "senda de grandeza", aquellos "objetivos sin plazos", "aquel marchemos hacia las fronteras", "el tiempo y esfuerzo, esenciales para cualquier logro", el "achicar el Estado es agrandar la Nación" y toda esa palabrería hueca que escondía el vaciamiento del país y la peor matanza de la historia argentina.
Uno de los aspectos más dramáticos de la represión vivida en aquellos años fue el secuestro de adolescentes. Llegaron a 250 los desaparecidos que tenían entre 13 y 18 años, claro que no todos estudiaban. Muchos se habían visto obligados a abandonar la escuela para incorporarse al mundo del trabajo. Pero, de los procedimientos utilizados, surge claramente que no se trataba de hechos aislados, sino de una investigación pormenorizada en distintas escuelas. En una entrevista concedida a un grupo de padres, un coronel de Campo de Mayo les expresó que se llevaban a los jóvenes que habían estudiado "en colegios subversivos para cambiarles las ideas".
Solo tres de los jóvenes participantes de esa noche aparecieron un tiempo después. Pablo Díaz, uno de los liberados, declaró en el juicio a las exjuntas: "Yo pertenecía a la Coordinadora de Estudiantes Secundarios de La Plata y, con los chicos del colegio, fuimos a presentar una nota al Ministerio de Obras Públicas".
Levantaron chicos en algunos colegios que tenían "marcados", y enemigo era todo aquel estudiante que se preocupara por los problemas sociales, por fomentar entre los estudiantes la participación y la defensa de sus derechos.
El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida, en ese entonces, por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra "el accionar subversivo en las escuelas". Este hecho es recordado como La noche de los lápices.
La crueldad no tenía límites en aquella Argentina ocupada de 1976, y esto estaba lejos de ser un defecto para los usurpadores del poder y sus socios civiles. Era, para ellos, una de sus virtudes aquella decisión "inclaudicable" de reorganizarnos, de llevarnos por la "senda de grandeza", aquellos "objetivos sin plazos", "aquel marchemos hacia las fronteras", "el tiempo y esfuerzo, esenciales para cualquier logro", el "achicar el Estado es agrandar la Nación" y toda esa palabrería hueca que escondía el vaciamiento del país y la peor matanza de la historia argentina.
Uno de los aspectos más dramáticos de la represión vivida en aquellos años fue el secuestro de adolescentes. Llegaron a 250 los desaparecidos que tenían entre 13 y 18 años, claro que no todos estudiaban. Muchos se habían visto obligados a abandonar la escuela para incorporarse al mundo del trabajo. Pero, de los procedimientos utilizados, surge claramente que no se trataba de hechos aislados, sino de una investigación pormenorizada en distintas escuelas. En una entrevista concedida a un grupo de padres, un coronel de Campo de Mayo les expresó que se llevaban a los jóvenes que habían estudiado "en colegios subversivos para cambiarles las ideas".
Solo tres de los jóvenes participantes de esa noche aparecieron un tiempo después. Pablo Díaz, uno de los liberados, declaró en el juicio a las exjuntas: "Yo pertenecía a la Coordinadora de Estudiantes Secundarios de La Plata y, con los chicos del colegio, fuimos a presentar una nota al Ministerio de Obras Públicas".
Levantaron chicos en algunos colegios que tenían "marcados", y enemigo era todo aquel estudiante que se preocupara por los problemas sociales, por fomentar entre los estudiantes la participación y la defensa de sus derechos.
Fuente: UDA